En poco tiempo los pedagogos se pronunciaron con respecto a estos temas metodològicos en favor de la doctrina del realismo pedagógico, conforme a la cual, en el aprendizaje, las cosas deben mostrarse al educando antes que las palabras o, por lo menos, al mismo tiempo. En México, esta orientación pedagógico recibió e nombre de enseñanza objetiva.
Inclusive el doctor Barreda había roto lanzas en pro de esta doctrina. En la célebre carta que en 1870 dirigiò al Gobernador del Estado de México, expresa: "Si es cierto que el buen método es la primera condición de todo éxito; si, como dice un gran filósofo, los hombres, más que doctrinas necesitan métodos; más que instrucción han menester educación, todo lo que contribuye a inculcar en nuestro ánimo los métodos más propios, más seguros y más probados para encontrar la verdad, debe introducirse con el mayor empeño en la educación de la juventud. Bajo este aspecto, nada es comparable al estudiar de las ciencias positivas para grabar en el ànimo de los educandos, de una manera práctica y por lo mismo indeleble, los verdaderos métodos, con ayuda de los cuales la inteligencia humana ha logrado elevarse al conocimiento de la verdad. Desde los más sencillos raciocinios deductivos hasta las más complicadas inferencias inductivas, todo se pone sucesivamente ante sus ojos, no por simples reglas abstractas, incapaces las más de las veces de ser comprendidas y mucho menos de ser puestas en uso, sino haciendo prácticamente cada día o viendo hechas las mejores aplicaciones de dichos métodos".
Por desgracia, el principio de la enseñanza objetiva no fue comprendida por todos los educadores y pedagogos de la época. No pocos funcionarios y profesores creyeron que la enseñanza objetiva era una materia o grupo de materias de enseñanza, y no un método objetivo aplicable a todas las asignaturas. Por ello, se introdujo, con manifiesto equívoco en los programas de estudios, un ramo especial que, con el nombre de "enseñanza objetiva", abarcaría la enseñanza de las ciencias maturales. Se agudizó más este error cuando, partiendo de tan falso postulado, se confiaron, en las escuelas primarias, a médicos e ingenieron las lecciones de la enseñanza objetiva, equivocadamente así concebida.
Inclusive el doctor Barreda había roto lanzas en pro de esta doctrina. En la célebre carta que en 1870 dirigiò al Gobernador del Estado de México, expresa: "Si es cierto que el buen método es la primera condición de todo éxito; si, como dice un gran filósofo, los hombres, más que doctrinas necesitan métodos; más que instrucción han menester educación, todo lo que contribuye a inculcar en nuestro ánimo los métodos más propios, más seguros y más probados para encontrar la verdad, debe introducirse con el mayor empeño en la educación de la juventud. Bajo este aspecto, nada es comparable al estudiar de las ciencias positivas para grabar en el ànimo de los educandos, de una manera práctica y por lo mismo indeleble, los verdaderos métodos, con ayuda de los cuales la inteligencia humana ha logrado elevarse al conocimiento de la verdad. Desde los más sencillos raciocinios deductivos hasta las más complicadas inferencias inductivas, todo se pone sucesivamente ante sus ojos, no por simples reglas abstractas, incapaces las más de las veces de ser comprendidas y mucho menos de ser puestas en uso, sino haciendo prácticamente cada día o viendo hechas las mejores aplicaciones de dichos métodos".
Por desgracia, el principio de la enseñanza objetiva no fue comprendida por todos los educadores y pedagogos de la época. No pocos funcionarios y profesores creyeron que la enseñanza objetiva era una materia o grupo de materias de enseñanza, y no un método objetivo aplicable a todas las asignaturas. Por ello, se introdujo, con manifiesto equívoco en los programas de estudios, un ramo especial que, con el nombre de "enseñanza objetiva", abarcaría la enseñanza de las ciencias maturales. Se agudizó más este error cuando, partiendo de tan falso postulado, se confiaron, en las escuelas primarias, a médicos e ingenieron las lecciones de la enseñanza objetiva, equivocadamente así concebida.
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