La voz de la Instrucción, editado por don Antonio P. Castilla, español por nacimiento, era un semanario destinado al progreso de la enseñanza y a la defensa de los intereses materiales y culturales del magisterio mexicano. Esta defensa de los intereses materiales y culturales del magisterio mexicano. Esta publicación se ocupó del "sistema simultáneo", del "sistema mutuo", del "sistema misto" y de los "métodos especiales de enseñanza", todo con gran acopio de observaciones.
El señor Castilla fue el que dio las primeras lecciones importantes de didáctica al profesorado mexicano, en la capital de la República, y quien trató, el primero, de superar la enseñanza mutua impartida en las escuelas lancasterianas, proponiendo el sistema simultáneo y el sistema mixto. El sistema simultáneao consiste en formar distintos grupos o secciones de niños, según su grado de instrucción, de modo que la lección dada a un niño la escuchen y la aprovechen todos los discípulos de la misma sección.
Aunque el sistema simultáneo corrige muchas deficiencias del sistema mutuo, tiene a su vez algunos inconvenientes. Así, no es posible con la enseñanza simultánea una completa clasificación de los alumnos; además, el maestro debe ocuparse sucesivamente de cada sección, abandonando al propio tiempo las otras. Verdad es que hace escribir a una sección, mientras que otra lee, calcula o recita; pero en ùltimo resultado siempre hay una gran parte de alumnos constantemente entregados a sì mismos, y el orden y la disciplina deben resentirse, por necesidad, de este abandono. El único medio para conjurar este mal es la subdivisión de las clases en mayor nùmero de secciones, y hacerse auxiliar por uno o más profesores adjuntos. En esto reside el método mixto.
En esta publicación pedagógica tomó partido el señor Castilla en losproblemas relativos al método de enseñanza. Por método debemos entender, decía, el camino, el meio más pronto y fácil que nos conduce a realizar una cosa útil y conforme a un fin propuesto y determinado. En esta virdu, el método debe caracterizar, por su rapidez y seguridad, la naturaleza y utilidad del fin. Pero el espíritu humano es muy limitado para abrazar todo el conjunto y percibir colectivamente todas las cosas del Universo, necesitando, por lo tanto, separarlas bajo el influjo de la razón para contemplarlas, guiado por analogías, en sus más simples elementos. Por este medio se logrará la noción aislada de las cosas, pero no podrá alcanzarse una idea perfecta del conjunto. Desde luego surgió la necesidad de componer o volver a su estado primitivo los objetos separados, para adquirir el conocimiento del todo; y aquí es donde tienen su origen los métodos analítico y sintético. El primero, de descomposición, y el segundo, de recomposición. No satisfecha la razón con este triunfo, hace un nuevo esfuerzo para multiplicar sus recursos y medio de acción; entonces concibe el método compuesto o de sustitución, que le proporciona recursos para realizar, alternativamente, el análisis y la síntesis.
Estos tres principios son el fundamento o clave principal de todos los métodos conocidos. Con el auxilio de cualquiera de ellos, o de todos a la vez, se crean otros para determinados objetos. A estos tres principios se les ha denominado de investigación, de demostración y de comprobación.
La enseñanza no puede realizarse sin apelar a uno o algunos de ellos. Mas para enseñar, es preciso, hablar, interrogar, preguntar, responder alternativamente, narrar y ejecutar. Cuando solamente se habla, el método se llama acromático o recitativo; y si se enseña interrogando, erotemático o interrogativo; si se enseña preguntando y respondiendo como interlocutor el método se llama catequístico o interlocutivo; si se obliga a referir un párrafo o capítulo de una materia larga, aprendida de antemano, entonces se nombra narrativo; si a la referencia se acompaña el análisis y los razonamientos propios, el método es racional, y por último, si la enseñanza es práctica o intuitiva, el método puede llamarse popular.
También se ocupó Antonio P. Castilla de los problemas concernientes a la enseñanza normal. Hace ver la importancia de las escuelas normales en toda organización educativa, y después de formular una certera crítica del estado que guardaba esa enseñanza en la República, propone la creación de una red de tales instituciones y una normal central superior en la Capital. Y no sólo: estudia la organización de estos planteles y las condiciones que deben llenar los aspirantes a la carrera del magisterio.
Grande importancia, igualmente, concedió el susodicho pedagogo al problema de la inspección escolar. Con ser concisas, no dejan de ser atinadas las ideas generales que redactó sobre el modo de verificar esta tarea docente. Al ocuparse de ello, Antonio P. Castilla tocaba una de las cuestiones más delicadas de la organización de la enseñanza en la República. bien decía este pedagogo que sin una adecuada inspección escolar, jamás se lograría la uniformidad en los estudios. Por aquel entonces -hecho que combatió con ejemplar energía- la inspección de las escuelas estaba en manos -cuando llegó a existir, por ejemplo, en el Estado de Tlaxcala- de prefectos de Distrito, de jueces y agentes municipales.
La obra pedagógica de Antonio P. Castilla tuvo otro aspecto, redactó libros de texto para uso de las escuelas primarias. Entre éstos: El Método racional de Lectura, que superaba el procedimiento del silabeo; La Perla de la Juventud o Lecciones de Religión y Moral; Catecismo de Gramática con Nociones de Retórica y Poética, y El Copiador Popular, gozaron del favor del magisterio nacional.
Habida consideración de las deficientes comunicaciones de todo orden en la República, causa grata sorpresa el ver cómo el pensamiento de Antonio P. Castilla tuvo una amplia difusión. Muchos ameritados maestros de la época acogieron estas ideas de reforma: Francisco I. Gordillo, Ruiz Dávila, Juan D. de las Cuevas y Rodríguez y Coss, en el Distrito Federal; en Guanajuato, A. Galván; en Zacatecas, F. Santini; en Monterrey, J. M. Treviño; en Toluca, A. Ladrón de Guevara; en Tlaxcala, P. Vázquez...
El señor Castilla fue el que dio las primeras lecciones importantes de didáctica al profesorado mexicano, en la capital de la República, y quien trató, el primero, de superar la enseñanza mutua impartida en las escuelas lancasterianas, proponiendo el sistema simultáneo y el sistema mixto. El sistema simultáneao consiste en formar distintos grupos o secciones de niños, según su grado de instrucción, de modo que la lección dada a un niño la escuchen y la aprovechen todos los discípulos de la misma sección.
Aunque el sistema simultáneo corrige muchas deficiencias del sistema mutuo, tiene a su vez algunos inconvenientes. Así, no es posible con la enseñanza simultánea una completa clasificación de los alumnos; además, el maestro debe ocuparse sucesivamente de cada sección, abandonando al propio tiempo las otras. Verdad es que hace escribir a una sección, mientras que otra lee, calcula o recita; pero en ùltimo resultado siempre hay una gran parte de alumnos constantemente entregados a sì mismos, y el orden y la disciplina deben resentirse, por necesidad, de este abandono. El único medio para conjurar este mal es la subdivisión de las clases en mayor nùmero de secciones, y hacerse auxiliar por uno o más profesores adjuntos. En esto reside el método mixto.
En esta publicación pedagógica tomó partido el señor Castilla en losproblemas relativos al método de enseñanza. Por método debemos entender, decía, el camino, el meio más pronto y fácil que nos conduce a realizar una cosa útil y conforme a un fin propuesto y determinado. En esta virdu, el método debe caracterizar, por su rapidez y seguridad, la naturaleza y utilidad del fin. Pero el espíritu humano es muy limitado para abrazar todo el conjunto y percibir colectivamente todas las cosas del Universo, necesitando, por lo tanto, separarlas bajo el influjo de la razón para contemplarlas, guiado por analogías, en sus más simples elementos. Por este medio se logrará la noción aislada de las cosas, pero no podrá alcanzarse una idea perfecta del conjunto. Desde luego surgió la necesidad de componer o volver a su estado primitivo los objetos separados, para adquirir el conocimiento del todo; y aquí es donde tienen su origen los métodos analítico y sintético. El primero, de descomposición, y el segundo, de recomposición. No satisfecha la razón con este triunfo, hace un nuevo esfuerzo para multiplicar sus recursos y medio de acción; entonces concibe el método compuesto o de sustitución, que le proporciona recursos para realizar, alternativamente, el análisis y la síntesis.
Estos tres principios son el fundamento o clave principal de todos los métodos conocidos. Con el auxilio de cualquiera de ellos, o de todos a la vez, se crean otros para determinados objetos. A estos tres principios se les ha denominado de investigación, de demostración y de comprobación.
La enseñanza no puede realizarse sin apelar a uno o algunos de ellos. Mas para enseñar, es preciso, hablar, interrogar, preguntar, responder alternativamente, narrar y ejecutar. Cuando solamente se habla, el método se llama acromático o recitativo; y si se enseña interrogando, erotemático o interrogativo; si se enseña preguntando y respondiendo como interlocutor el método se llama catequístico o interlocutivo; si se obliga a referir un párrafo o capítulo de una materia larga, aprendida de antemano, entonces se nombra narrativo; si a la referencia se acompaña el análisis y los razonamientos propios, el método es racional, y por último, si la enseñanza es práctica o intuitiva, el método puede llamarse popular.
También se ocupó Antonio P. Castilla de los problemas concernientes a la enseñanza normal. Hace ver la importancia de las escuelas normales en toda organización educativa, y después de formular una certera crítica del estado que guardaba esa enseñanza en la República, propone la creación de una red de tales instituciones y una normal central superior en la Capital. Y no sólo: estudia la organización de estos planteles y las condiciones que deben llenar los aspirantes a la carrera del magisterio.
Grande importancia, igualmente, concedió el susodicho pedagogo al problema de la inspección escolar. Con ser concisas, no dejan de ser atinadas las ideas generales que redactó sobre el modo de verificar esta tarea docente. Al ocuparse de ello, Antonio P. Castilla tocaba una de las cuestiones más delicadas de la organización de la enseñanza en la República. bien decía este pedagogo que sin una adecuada inspección escolar, jamás se lograría la uniformidad en los estudios. Por aquel entonces -hecho que combatió con ejemplar energía- la inspección de las escuelas estaba en manos -cuando llegó a existir, por ejemplo, en el Estado de Tlaxcala- de prefectos de Distrito, de jueces y agentes municipales.
La obra pedagógica de Antonio P. Castilla tuvo otro aspecto, redactó libros de texto para uso de las escuelas primarias. Entre éstos: El Método racional de Lectura, que superaba el procedimiento del silabeo; La Perla de la Juventud o Lecciones de Religión y Moral; Catecismo de Gramática con Nociones de Retórica y Poética, y El Copiador Popular, gozaron del favor del magisterio nacional.
Habida consideración de las deficientes comunicaciones de todo orden en la República, causa grata sorpresa el ver cómo el pensamiento de Antonio P. Castilla tuvo una amplia difusión. Muchos ameritados maestros de la época acogieron estas ideas de reforma: Francisco I. Gordillo, Ruiz Dávila, Juan D. de las Cuevas y Rodríguez y Coss, en el Distrito Federal; en Guanajuato, A. Galván; en Zacatecas, F. Santini; en Monterrey, J. M. Treviño; en Toluca, A. Ladrón de Guevara; en Tlaxcala, P. Vázquez...